1) DEJAR IR
Condicionantes de nuestra felicidad-infelicidad, factores de salud emocional y física, cómo entender y cambiar nuestra vida.
Bienvenidos a Psicología de Vida
A través de este blog quiero compartir conocimientos y experiencias sobre la mente, el comportamiento y el sentir humano. Lejos de tecnicismos y diagnósticos psiquiátricos, me centro en la vida misma, en los condicionantes que influyen día a día en la felicidad o infelicidad de cada uno de nosotros. Para ello me baso en mi experiencia clínica en la consulta, en mi pasión por seguir formándome y aprendiendo cada año, cada día; en numerosas investigaciones que he contrastado; y cómo no, en mi experiencia personal. Mi objetivo es aportar y compartir. Mi deseo, poner en tus manos herramientas para ser más feliz.
lunes, 24 de diciembre de 2012
DEJAR IR, DEJAR SER, DEJAR ENTRAR
1) DEJAR IR
domingo, 18 de noviembre de 2012
SI LO TENGO "TODO"... ¿POR QUÉ ME SIENTO INFELIZ?
domingo, 14 de octubre de 2012
OLVIDAR UN AMOR
¡Señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo,
¡Pero no puedo amar!>>
sábado, 8 de septiembre de 2012
DONDE COMIENZA EL AMOR: LA "AUTOESTIMA"
- “Afectuosa”: que muestre cariño y sea una persona querida.
- “Atractiva”: con cualidades físicas y/o personales atrayentes.
- “Alegre”: con ganas de disfrutar de la vida.
- “Sociable”: que se relacione positivamente con las personas.
- “Con capacidades”: profesionales, artísticas, intelectuales…
- “Con metas”: con objetivos alcanzados y por alcanzar.
- “Segura”: que sabe lo que quiere y es coherente para conseguirlo.
- “Auténtica”: persona sincera y clara.
- “Satisfecha”: persona que acepta quién es, incluso con sus debilidades.
- “Confiada”: cree en sus capacidades y se muestra tal como es.
- “Saludable”: que se cuida, física y/o mentalmente.
- ...
martes, 3 de julio de 2012
AMORES QUE SANAN
martes, 29 de mayo de 2012
EL PODER DE LAS PALABRAS
domingo, 29 de abril de 2012
LOS LÍMITES DE LA MEDICINA
A menudo, además, el malestar emocional se amplía al plano físico: contracturas, dolores o inflamación. La explicación está en la íntima conexión entre el cerebro emocional y el sistema inmune que defiende el organismo: parece que cuando nuestro estado de ánimo se rinde, también lo hacen nuestras defensas. Las dolencias físicas quizás serán tratadas con nuevos fármacos y limitarán también la actividad habitual de la persona, acentuando su malestar y atrapándola aún más en su problema.
http://www.monicaferrera.es/Enlaces_de_interes.html
martes, 10 de abril de 2012
SANAR EL DOLOR
Junto con el miedo, la ira y el placer (descritos en artículos anteriores de este blog) el dolor es una de las cuatro emociones primarias. Saber aceptar y sanar el dolor se convierte en un aprendizaje indispensable para evitar el sufrimiento innecesario en la vida.
En el plano físico, el dolor es una sensación desagradable que funciona como mecanismo de protección de nuestro cuerpo. Pensemos, por ejemplo, en el dolor que sentimos cuando mantenemos durante largo tiempo una misma postura corporal: gracias al cambio de posición motivado por el dolor preservamos los músculos y huesos que de otro modo resultarían dañados. De hecho, la enfermedad de “insensibilidad congénita al dolor” acorta drásticamente la vida de las personas afectadas.
En el plano emocional, el dolor también es una señal: nos indica que algo que sucede en nuestra vida es diferente a lo que deseábamos. Y por ello, sufrimos. Quizá, por ejemplo, deseábamos vivir por siempre con una pareja amada, que un día nos abandonó, hiriéndonos profundamente.
Pero, ¿cómo sanar las heridas?
Puedo afirmar que todas las personas a quienes he tenido la oportunidad de conocer de forma más cercana tenían algo en común: en algún momento de sus vidas algo les hirió profundamente. Posiblemente en su niñez no percibieron ser suficientemente amados, o valorados; quizás algún familiar cercano murió dejando un gran vacío, o tal vez el primer amor les traicionó duramente.
Toda pérdida o herida profunda viene seguida de un proceso de “duelo”. La palabra duelo viene del latín dolus: dolor. Y en este sentido, la única forma de salir del dolor es atravesarlo. Frente a una herida dolorosa, podemos decidir desinfectarla, a pesar del escozor; o al menos cuidar que no se infecte para que cicatrice cuanto antes; pero no podemos hacer que desaparezca por arte de magia, sin que quede la cicatriz.
Además la cicatriz de una herida profunda siempre va a permanecer en nuestra piel, pero cuando la tocamos, ya no sangra. Igualmente cuando atravesamos un proceso de duelo, jamás lo olvidaremos, pero ya no nos duele. Desgraciadamente, nuestra memoria guarda mucho más tiempo los recuerdos dolorosos que los felices.
Sin embargo, algunas heridas pueden permanecer abiertas y dolientes durante largos años y es necesario entonces detectarlo para completar el proceso de duelo. Sucede cuando se sueña a menudo con el suceso doloroso a pesar de que haya pasado mucho tiempo, o cuando se recuerda prácticamente a diario lo ocurrido provocando una tristeza profunda, o incluso cuando se teme emprender algo, como un nuevo amor, por miedo a sufrir nuevamente. En esos casos la herida muestra estar aún abierta, y de esta forma se sufre mucho más porque el dolor se prolonga indefinidamente en el tiempo.
Otras formas de alargar el sufrimiento es soportar una situación dolorosa por miedo a un dolor que sería más profundo pero más corto en el tiempo. Pensemos en una persona que soporta las infidelidades de su pareja porque piensa que el dolor de abandonarlo sería insoportable. Seguramente en su relación dolorosa se alternarán momentos de esperanza que no harán sino perpetuar la resistencia a dar el paso de romper la tormentosa relación. Este caso nos sirve de ejemplo para diferenciar los dos tipos de dolor; observemos la siguiente gráfica:
El dolor curativo (o constructivo) sirve para sanar una herida y empezar a construir el presente y el futuro. Es más intenso pero mucho más corto en el tiempo (en el ejemplo, sería el duelo después de renunciar a la relación dolorosa).
El dolor destructivo es un sufrimiento que debilita y destruye poco a poco a la persona sin conducirla a una sanación. Puede ser indefinido, por tanto se trata de mucho más dolor (en el ejemplo, sería soportar la relación de infidelidad).
De este modo, el dolor constituye una señal muy valiosa. Nos muestra una necesidad de movilizarnos en la vida: tal vez a aceptar una pérdida y sanar la herida para continuar el camino; o quizás para reconducirnos hacia la felicidad que realmente anhelamos.