Bienvenidos a Psicología de Vida

A través de este blog quiero compartir conocimientos y experiencias sobre la mente, el comportamiento y el sentir humano. Lejos de tecnicismos y diagnósticos psiquiátricos, me centro en la vida misma, en los condicionantes que influyen día a día en la felicidad o infelicidad de cada uno de nosotros. Para ello me baso en mi experiencia clínica en la consulta, en mi pasión por seguir formándome y aprendiendo cada año, cada día; en numerosas investigaciones que he contrastado; y cómo no, en mi experiencia personal. Mi objetivo es aportar y compartir. Mi deseo, poner en tus manos herramientas para ser más feliz.

sábado, 14 de diciembre de 2013

¿QUÉ ESTÁS CREANDO EN TU VIDA? DONDE PONES TU ATENCIÓN, PONES TU ENERGÍA


        ¿Alguna vez te ha ocurrido que aquello a lo que prestas atención parece multiplicarse en tu entorno? Por ejemplo, si tienes intención de comprarte un coche todo terreno gris, ahora ves numerosos coches idénticos por todas partes; o si alguna vez te rompiste por desgracia algún hueso y tuviste que escayolarte, desde ese momento ves a gente con escayolas adonde quiera que vayas. O quizás estuviste recordando a ese viejo amigo que hace tanto tiempo que no ves y de repente te llama por teléfono, o alguien te lo nombra. Parece que “donde pones tu atención, pones tu energía”.


        Este fenómeno es denominado por la ciencia como el “EFECTO DEL OBSERVADOR”. Los científicos descubrieron con sorpresa en diversos experimentos que la materia se comporta de manera diferente cuando es observada por un observador. Esto significa que cuando observamos o prestamos atención en algo, directamente influimos en ello. Estos experimentos empezaron realizándose con moléculas simples de materia, observando átomos, electrones, y cómo estas partículas llamativamente cambiaban su comportamiento cuando eran observadas por una persona. Pero la ciencia ha llevado sus investigaciones un paso más allá y ha comprobado que nuestra atención influye poderosamente en la realidad que vivimos.



 
         Las personas dicen con frecuencia que en sus vidas tienen días buenos y días malos. Que hay días en que se levantan y sienten una sensación de tristeza, de agobio; y entonces siguiendo su rutina diaria se dirigen a la cocina a preparar su café y mientras tanto caen en la cuenta de que: “Uff, tengo que hacer la compra, falta leche, queda poco azúcar...” “Vaya, se ha parado el reloj… ¿Por qué demonios nunca me acuerdo de tener pilas de reserva?” “Se me hace tarde para llegar al trabajo… siempre igual, tendría que levantarme antes, soy estúpido” “Y ahora ¡a aguantar las idioteces de mi jefe!”. Y así empieza el día… con pensamientos pobres y negativos. Y esos son los días en los que llegas al coche y… “Vaya por dios, una multa por pasarme de la hora de estacionamiento…¿Me puede pasar algo más esta mañana?”


        Y luego están esos otros días “buenos”,  en los que te levantas, abres la persiana de tu habitación y miras esos primeros rayos de sol deleitándote del nuevo día. Y entonces te diriges a la ducha, cierras los ojos y sientes el placer del agua calentita en tu piel. Vas al armario para vestirte y piensas en qué afortunado te sientes porque hay varias prendas que te apetece ponerte hoy. Porque quieres verte bien, te apetece sentirte favorecido/a. “¡Porque hoy será un gran día!”




        ¿Y qué hay de diferente entre esos días buenos y los días malos? ¿Acaso son tus circunstancias las que cambian? ¿O más bien es que cambia tu mente? Esos días buenos son aquellos en los que decides enfocar tu atención en aquello que tienes, no en lo que te falta, y prefieres pensar en aquello por lo que te sientes una persona afortunada y exitosa,  no miserable. ¿Y qué ocurre en esos días? Tal vez la vida te sorprenda, y en tu trabajo te den felicitaciones por tu último proyecto, o quizás recibes un mensaje de invitación de aquella persona que tanto te interesa, o tal vez un regalo que anhelabas…  Esos días atiendes a tu abundancia y a tu éxito, y es abundancia y éxito lo que obtienes.
        Tu atención, tu intención y tu actitud esos días se abren y están dispuestos a recibir lo bueno, y no es extraño que lo bueno te alcance. O al menos eso nos dicen las investigaciones sobre el comportamiento humano y sobre física cuántica.



 ¿TE DECIDES?



        Tal vez estés pensando que todo esto no es fácil, o que ya lo has intentado, pero sólo eres capaz de mantenerlo por poco tiempo y luego vuelve a ser todo igual. Y te digo que llevas toda la razón, porque cuando decides centrar tu atención en lo positivo, para que tu vida se dirija a la abundancia y a la felicidad, esto es muy diferente a lo que estás acostumbrado. Y el ser humano es un ser vivo fuertemente arraigado a sus costumbres, y cambiar nuestras costumbres requiere un tiempo para crear hábitos nuevos y desplazar los antiguos.

        Por otra parte, también vivimos en un entorno en el que se habla de crisis, de pobreza, de miedos. Los medios de comunicación solo muestran las malas noticias y no los éxitos que muchas personas consiguen y las buenas obras que se hacen en el mundo, que te aseguro que ¡son muchas!






        Recordemos a personas como Nelson Mandela, Martin Luther King o María Teresa de Calcuta entres otros muchos líderes conocidos y anónimos que han cambiado y siguen cambiando el mundo. Estas personas no lo han tenido nada fácil en su lucha contra grandes lacras como la guerra, la pobreza o el racismo. Y en su camino  han tenido que enfrentarse a duros retos, a la oposición de masas que los tomaban por locos, incluso a castigos que pagaban con sus vidas.  Pero el poder de sus almas era más grande que todo eso, ellos nunca se rindieron de poner toda su energía en aquello que querían conseguir. Y lo consiguieron. Hoy en día tenemos un mundo un poquito más amable gracias a su grandiosa labor. Y estas personas,  que son exactamente como tú y como yo, nos pueden inspirar y recordar cuánto poder existe en cada uno de nosotros.  



Y tú…¿Serás suficientemente fuerte para trascender tu entorno y tus costumbres y empezar a utilizar tu poder creador?



Amigo, amiga, solo tú puedes decidir qué vida quieres crear para ti.





miércoles, 28 de agosto de 2013

¿CUMPLES TU PALABRA?... EL VALOR DE LOS "ACUERDOS"

           Seguramente alguna vez has sentido muchas ganas de conseguir algo y has jurado que te vas a esforzar lo máximo para conseguirlo. Entonces, para recordártelo, dices a las personas de tu alrededor frases como: “¡Esta vez ya no vuelvo más con él, te lo juro, no pienso hablarle jamás!”, o… “¡Voy a cuidarme en serio, pienso ir a correr todos los días!”, “¡Ya está bien, me levantaré temprano cada día, voy a estudiar 8 horas diarias mis oposiciones!”.  Sientes tantas ganas de conseguir aquello, que anuncias a los cuatro vientos que esta vez va en serio. Lo prometes. Ese es tu acuerdo.

          Pero… ¿qué pasa si esa energía del principio poco a poco se va desvaneciendo como un globo que lentamente se desinfla? Y a los pocos días, siguiendo con los ejemplos,  encuentras alguna excusa para volver a llamar a ese ex que tanto te ha dañado. O argumentas que hace demasiado calor como para ir a correr hoy, ya iré mañana. O que has pasado muy mala noche y pasas de levantarte a estudiar…

¿QUÉ OCURRE CUANDO ROMPES TUS ACUERDOS?

Cuando no cumples lo que dices, en un principio intentas justificarte, y argumentas que tenías motivos para romper tu acuerdo. Este es un mecanismo de defensa que intenta proteger tu autoestima. Pero en el fondo sientes que nuevamente te has fallado. Sientes que tus palabras no tienen valor porque no cumples lo que dices. Y las personas a las que juraste cumplir tu acuerdo ven que no lo has cumplido, y poco a poco vas perdiendo credibilidad. Los demás ya no confían en tus promesas. No te toman en serio. Pero lo peor es que tú tampoco crees es ti… Sientes tener una imagen muy débil ante ti, y ante los demás.

DENTRO DE TI HAY UN JUEZ... Y UNA VÍCTIMA

Desde pequeños hemos aprendido a que alguien hiciera de juez ante nosotros. Así, cuando hacíamos algo bien, nos premiaban diciendo: “Eres un niño bueno”. O bien cuando no hacíamos lo que papá y mamá querían nos castigaban diciendo “Eres un niño malo” o “Eres una niña mala”. Cuando respetamos las reglas o los acuerdos somos premiados, cuando no, somos castigados. Lo hemos aprendido tan bien que ahora somos nuestros propios Jueces.

La otra parte de nosotros es la que recibe esos juicios. A esta parte la llamamos Víctima. Es la que carga con la culpa, el reproche y la vergüenza. Nuestra parte Víctima es la que nos dice: “No eres capaz. No eres una persona suficientemente buena, inteligente, o atractiva. No mereces ser amada. No vales lo suficiente”. Y el gran Juez lo confirma: “No vales lo suficiente”…
Y si así lo creemos, repetiremos ese patrón de fracaso una y otra vez y  ¡esa será la realidad que seguiremos creando en nuestras vidas! 

EMPODÉRATE: HAZ SAGRADOS TUS ACUERDOS

Si de verdad quieres empezar a crear algo nuevo en tu vida, tienes que tomar consciencia de qué es lo que está fallando en ti, para revertir el proceso. Cada vez que te has propuesto algo, y has abandonado, has herido tu corazón, has perdido tu PODER. Cuando una persona pierde poder, repite frecuentemente “No puedo”, ante cada adversidad de la vida. Se rinde antes de luchar.
Y de nada sirve que alguien te consuele diciéndote “Verás como sí que puedes”. Desgraciadamente, has aprendido a no creer en ti.

Sólo te queda una opción: demostrarte con hechos que puedes conquistar, nuevamente, tu PODER. Demostrarte que puedes hacer acuerdos contigo y que serán un compromiso sagrado para ti. Una hermosa oportunidad de recuperar la confianza en ti.


TRABAJANDO LOS ACUERDOS

1.      Haz acuerdos importantes. Mira en tu corazón qué es importante para ti, qué necesitas conseguir para sentirte una persona más libre, más poderosa, más admirable ante ti.

2.      Haz pocos acuerdos. Se trata de darte una oportunidad viable. Te aconsejo empezar por uno, dos o tres acuerdos sencillos, prácticos. Para los que tengas que esforzarte, pero que puedas cumplir.


3.      Escríbelos. Puedes hacer un pequeño ritual de compromiso: cuando tengas claros tus acuerdos, escríbelos y colócalos en un lugar visible pero íntimo para ti. Léelos y recuérdate cada mañana que cumplir los acuerdos ese día es un gesto de amor por ti.

4.      Reconsidéralos, renegocia tus acuerdos. Puedes modificar o perfeccionar tus acuerdos siempre que esto sea para tu bien, y sin dejarte llevar por la pereza o la debilidad. Se trata de ir adaptándolos a ti, para ir conquistando poco a poco tu confianza en que puedes.

Si sigues estos cuatro puntos, irás conquistando tu PODER PERSONAL. “Poder”, porque sentirás que puedes. Que sabes lo mejor para ti, que te lo propones (lo acuerdas contigo) y ¡lo haces! Y entonces te sientes de maravilla contigo, porque tienes alguien fascinante en quien confiar: ¡en ti!.

“Ése es el PODER…

Cuando lo que piensas, lo que haces y lo que sientes, están en coherencia.
Entonces tu Vida está en Armonía.”









domingo, 26 de mayo de 2013

LA TRAMPA DE LOS CELOS


        En el ámbito de la pareja, podríamos definir los celos como esa emoción perturbadora que aparece ante la sospecha de que la persona amada nos reste atención a favor de otra.
       Creo que todos hemos podido vivir en algún momento esa incómoda perturbación. Con o sin fundamento, esta sospecha puede convertirse en una trampa “mortal” para la autoestima de la persona que la vive, y por supuesto, para la pareja.
        ¿De qué va a depender?
        De cómo reaccionemos ante tal sospecha.



UN EJEMPLO


<<Hacía varios días que notaba a mi novia un poco distante conmigo. Sé que tenía mucho trabajo, pero ya era raro que estuviéramos algunos días sin vernos siquiera. Tiene muy buen rollo con sus compañeros de trabajo, y aunque nunca le di demasiada importancia a esto, últimamente tenía la mosca detrás de la oreja.

Quedamos por fin el sábado en su casa, y pasamos una tarde estupenda. Ella se dispuso a ducharse para salir juntos a cenar. Todo parecía normal.

De repente, sonó un mensaje de Whatsapp. Era su móvil, lo había dejado sobre la mesa del salón, donde yo la esperaba. Sonaron  varios mensajes seguidos más. Mi pulso se aceleraba, empecé a sentir fuego en mi interior. ¿Quién sería? ¿Se confirmarían mis vagas sospechas? Empecé a sudar frío, sosteniendo el impulso de coger el móvil y abrir los mensajes. No pude más, lo hice.

Era uno de sus compañeros de trabajo. El corazón se me salía por la boca mientras abría el mensaje: “Eli, ¿estás ocupada? Tengo que comentarte algo, llámame si puedes. Si no, el lunes te invito a desayunar”. No sabía qué pensar… no podría aguantar sin preguntarle… Pero tenía pánico a su reacción al saber que había fisgoneado en su móvil. Me sentía los ojos desencajados, estaba fuera de mí… Cuando Eli volvió al salón, mi rostro cantaba que algo me ocurría, así que ni intenté ocultarlo…

Eli no me habló en un par de días, pero afortunadamente no rompió conmigo. Sin embargo, desde ese fatídico día, nuestra relación no es la misma, y mi desconfianza se ha ido alimentando, sin poder evitarlo. Ella me explica miles de veces que me quiere y me socorre cuando mis nervios se desatan. Se sacrifica renunciando a los cafés del trabajo, para que yo esté tranquilo. No sé cuánto durará la paciencia de mi amada... pero esta agonía también es un infierno para mí>>.


UNA TRAMPA SUTIL, PERO MUY PELIGROSA


En la dinámica de cualquier pareja, ha de existir un equilibrio entre la vida individual de cada miembro (su espacio propio, trabajo, amistades, familia…) y la vida de pareja (actividades y proyectos compartidos, amigos comunes, etc.). A veces estos dos espacios son adecuadamente acordados por la pareja; otras veces, surgen diferencias. Si estas diferencias son interpretadas como una falta de interés de la otra persona hacia nosotros, se forma un perfecto caldo de cultivo para las sospechas y la desconfianza. Entonces, empezaremos a imaginar que nuestra pareja ya no nos quiere igual, que se interesa por otras personas…
Entonces quizás pensemos que estas dudas tan tormentosas sólo podrían solucionarse si contrastamos con la realidad, en búsqueda de pruebas que confirmen o que refuten nuestras hipótesis.
Y es aquí donde empezaremos a crear esa sutil trampa en la que podemos, muy fácilmente, quedar mortalmente atrapados. Analicemos…
Hay múltiples formas de búsqueda:

-                Búqueda directa: pregunto directamente a mi pareja si me quiere, o si le interesa otra persona, pido explicaciones de qué hace o con quién está cuando no estamos juntos, cuando suena su móvil pregunto ¿quién es?, etc, etc, etc.

-                          Busqueda encubierta: esta categoría se forma de conductas más perversas, ya que se desarrollan “a espaldas” de la pareja: desde mirar su móvil, su correo electrónico, sus redes sociales (incluso robar contraseñas para tal efecto) hasta vigilar a escondidas o incluso contratar detectives privados.

Obviamente, por muy santa que sea nuestra pareja, ante tal despliegue de averiguaciones, siempre hallaremos algo que alimente nuestra sospecha, y más, filtrando tales datos con los ojos de la desconfianza. Ya dicen los sabios “el que busca, halla.”


NO DESCONFÍAS DE TU PAREJA: DESCONFÍAS DE TI

Podríamos pensar que los celos se establecen por una desconfianza hacia nuestra pareja, por temor a que nos abandone. Sin embargo, no es nuestra pareja la causa de esta duda. Si pensamos en ello, la clave está en nosotros mismos: desconfiamos de que nuestra pareja pueda ser atraída por otra persona porque no estamos seguros de ser suficientemente buenos como para mantener su amor. Desconfiamos de nosotros mismos, de nuestros propios encantos, y entonces pensaremos que cualquiera nos podría arrebatar a la persona amada.

A menudo esta desconfianza en uno mismo,  baja autoestima o inseguridad se agrava  al pedir ayuda a la pareja: pedir explicaciones, confirmaciones de que nos quiere, decir que nos muestre el móvil cuando ha mantenido una conversación con alguien…y todas las formas de búsqueda descritas anteriormente. Claro está, esas estrategias constituyen la gran trampa, pues mientras buscamos tranquilizarnos, no hacemos sino confirmar nuestro miedo, nuestra debilidad, y por ende, ser cada vez menos atrayentes ante nuestra pareja y ante nosotros mismos.


En resumen, estamos consiguiendo, sin querer, lo que más tememos: alejar de nosotros a la persona amada.


EL ANTÍDOTO A LOS CELOS: LA CONQUISTA DIARIA


Siendo realistas, no existe el “riesgo cero” en ninguna relación. Por mucho que amemos a nuestra pareja, tendremos que asumir que el riesgo de que se enamore de otra persona siempre va a existir. Y que en algún momento aparecerá una intrépida situación que nos lleve a la duda, a la trampa de los celos.
¿Cómo reducir al mínimo el riesgo de ser abandonados por nuestra pareja?
Sólo hay una respuesta: “Nunca te abandones a ti mismo” y de esta forma, es difícil que te abandonen…
No abandonarse a sí mismo significa cuidar la dignidad propia, el amor hacia uno mismo, y evitar caer en la sutil  trampa de los celos. Si a pesar de las adversidades que te hagan dudar en algún momento, te comportas con seguridad, dándote valor y confiando en que eres una persona muy valiosa, digna del amor de tu pareja, el fantasma de los celos pasará de largo.

Se trata por tanto de una conquista diaria a ti mismo: cuida de ti, de tu salud, de tu imagen, de tu disfrute, de tu propio espacio: amistades, metas personales… De este modo te amarás por ser una persona tan valiosa, y, como consecuencia natural, conquistarás diariamente a tu pareja.


<<Llega un momento en la vida 
en el que debemos decidir nuestro valor:
si ser como una vulgar bisutería
que nada pasa si se cae o se arrastra,
o ser una valiosa joya
digna del cuidado y aprecio
propios de su belleza y valor>>




miércoles, 10 de abril de 2013

FLUIR EN LA FELICIDAD


“En ese momento la melodía me envuelve como si de magia se tratara. Mi garganta cobra vida propia y mi voz me envuelve y me conmueve. Siento que me elevo. Es como una dulce y agradable alteración de conciencia… El tiempo parece detenerse. Mi cuerpo se vuelve sólo energía, alma sin materia. Entonces, sólo existe el aquí y ahora… y el gozo de una Felicidad inmensa…”



        Este es el testimonio de una persona que adora cantar. No es famosa, ni se gana la vida en ello, pero alcanza una felicidad plena mientras canta.
Seguramente, todos hemos sentido esta sensación en más de una ocasión, mientras realizamos una actividad que nos gusta mucho, y nos hace entrar en un estado tremendamente placentero. Es el llamado “estado del fluir”.

         La teoría del estado del fluir o estado de flujo fue propuesta por Mihály Csíkszentmihályi, un gran exponente de la psicología positiva. Esta teoría propone que la gente es más feliz cuando está en un “estado de fluir”, es decir, en una concentración o absorción completa en la actividad o situación en la que se encuentran. Es un estado óptimo de motivación intrínseca, en la que la persona siente una agradable sensación de gran libertad, gozo, compromiso y habilidad. Todo el ser está allí, las facultades se expresan al máximo, en un estado óptimo, y se trasciende el plano puramente físico: se pierde la noción del tiempo, del espacio, del hambre, del dolor…

        Es frecuente alcanzar este estado del fluir practicando actividades relacionadas con el arte. Esto es, la música: cantar o tocar algún instrumento, cualquier tipo de danza o baile, así como las artes plásticas: la pintura, la escultura, la escritura, el dibujo o la ilustración, técnicas como el grabado, el moldeado, la decoración, la cerámica, la costura, la cocina elaborada… y un sin fin de tareas que hacen posible la expresión de la creatividad y la belleza. Toda una expresión de talento y belleza, que llega a nuestros sentidos, al oído, la vista, el gusto, el tacto…. y se convierte en una dulce caricia para el alma. 


 
        Se podría pensar que sólo personas con talento pueden disfrutar de este estado. Realmente, es necesario un nivel de destreza en la actividad para alcanzar el estado del fluir: si la tarea nos resulta muy fácil o muy difícil no es posible alcanzarlo. Y en este punto, habrá personas que digan: <<Oh, yo soy muy “manazas” a mí nada me sale bien>>. Pues bien, esto sólo es una falsa justificación basada en la pereza: todas las personas tienen uno o más talentos potenciales.

        Así lo explica el sociólogo periodista Malcolm Gladwell con su famosa regla de las 10.000 horas: la investigación revela que para alcanzar un nivel de excelencia en cualquier habilidad basta con acumular 10.000 horas de práctica. Esto equivale a decir 10 horas por semana en 20 años, 20 horas por semana en 10 años o 40 horas por semana en 5 años. Sorprendente, ¿no? Entonces, esto implicaría que el pintor, escritor, bailarín o cantante, no nace, sino que se hace.



        Afortunadamente, no es necesario alcanzar las 10.000 horas de práctica, para conseguir ese estado del fluir, sino que basta con alcanzar cierta destreza y capacidad de concentración en la tarea, y esto es posible mucho antes. Nos sorprenderíamos de lo rápido que podemos disfrutar plenamente de una actividad incluso sin haberla probado nunca. 

       Algunos estudios muestran que las personas que eligen un trabajo que les permita alcanzar este estado de fluir en su labor diaria son tremendamente más felices. Pensemos que 8 horas al día de jornada laboral supone casi un tercio de la vida de una persona. Y en este sentido, los estudios revelan que, además de las actividades  relacionadas con el arte expuestas anteriormente, hay profesiones más propensas a facilitar el estado del fluir. Se trata de profesiones en las que se trabaja mejorando la calidad de vida de las personas, como es el caso de la medicina, la psiquiatría o la psicología.


        En resumen, el estado del fluir se alcanza cuando nos entregamos plenamente a expresar nuestras emociones, y la tarea se convierte simplemente en el canal de expresión, por ello, no es tan importante el resultado final. Es justo lo que hacen los niños cuando pintan, bailan o cantan disfrutando plenamente. Y no es raro que cuando ponemos el corazón en lo que hacemos y nos sentimos fluir, alcanzamos a emocionar y tocar el alma de otras personas…








domingo, 3 de marzo de 2013

APRENDER A MORIR... PARA APRENDER A VIVIR



        
        Seguramente, ante el título de este artículo, hay personas que han sentido cierta incomodidad, temor o incluso rechazo. Y es que la muerte es uno de los mayores miedos de la humanidad. Su llegada es segura para todo ser viviente, sin embargo, preferimos no pensar en ello, nos angustia demasiado su misterio, el dolor, el miedo que envuelve al fin de la vida.





        Quizás por ello cuando nos enfrentamos a la pérdida de un ser querido en ocasiones el duelo transcurre desde una actitud de “evitación”. Esto ocurre por ejemplo, cuando intentamos negar que la persona se ha marchado, y hacemos como si siguiera entre nosotros, hablando imaginariamente con ella o manteniendo todo tal y como lo dejó (su habitación, sus pertenencias, sus fotografías enmarcadas…) A menudo en sueños el ser fallecido se presenta regresando a la vida como si todo hubiera sido sólo una mala pesadilla. En el fondo no aceptamos su partida. A veces, hablar de esta persona es un tabú que se evita en todo momento, o al contrario, se habla frecuentemente con una fingida alegría para disfrazar el dolor.

En el fondo, esta formas de afrontamiento del duelo son también un reflejo de cómo vivimos nuestra propia vida.


        Un sentido aún más profundo de esta reflexión, es cuando el duelo no se vive a partir de la pérdida de un ser querido, sino a partir de la sensación de estar perdiendo nuestra propia vida, de que el tiempo pasa sin alcanzar la felicidad, y sin luchar por ella. Pasan los años en la espera de que las cosas cambien, o en reunir el valor para poder cambiarlas, pero seguimos haciendo día a día, mes a mes, exactamente lo mismo,  en una especie de suicidio lento e inconsciente.




        Hay personas que son diagnosticadas de una grave enfermedad que les sentencia poco tiempo de vida. Es sorprendente cómo estas personas cambian su forma de ver la vida, intentan exprimir cada momento, y disfrutan y valoran todas las pequeñas cosas que antes pasaban desapercibidas, precisamente, porque están aceptando que tienen un final. Miran hacia atrás y se lamentan de no haber aprovechado el tiempo, de no haber hecho todo lo posible por cumplir sus sueños. A veces, estas personas conectan tan profundamente con esa energía de la vida, que parecen entrar en una especie de iluminación espiritual, se vuelven sabios. Ciertamente, porque han aceptado el final de la vida, porque aprenden a morir. Y cuando estas personas, a veces de forma milagrosa, llegan a curarse, viven la vida como una resurrección maravillosa, como un auténtico regalo, y se transforman en un nuevo ser, totalmente diferente al anterior.



      Sólo cuando aprendemos que todo tiene su final, somos capaces de apreciarlo de forma real. Si no somos conscientes de ello, vivimos sin darle importancia a cada día, a cada acto, vamos postergando como si el tiempo fuera eterno, renunciando a aprovechar cada momento. Y como dice el Goethe: “La renuncia es un suicidio cotidiano”.

  
      Los budistas practican durante horas la “meditación de la impermanencia” (nada permanece, todo tiene su fin), y la “meditación de la muerte” (el final de la vida), precisamente para aprender a atesorar cada momento de la vida, y para prescindir de aquello inservible para la Felicidad.



¿Te atreves a reflexionar sobre ello?




UN PAJARILLO SOBRE NUESTRO HOMBRO


Esta es la reflexión de un moribundo, en su sabia y tierna iluminación:


“No estés tan triste porque voy a morir, querido. Todo el mundo va a morir, hasta tú, pero la mayoría no lo cree.  Deberían de tener un pájaro en su hombro, como hacen los budistas.

Sólo tienes que imaginarte un pájaro encima de tu hombro, y cada mañana, con dulzura lo miras y le preguntas ¿es este el día en que podría morir, pajarito? Si así fuera… ¿Cuál es el legado que dejaría en la humanidad? ¿Cómo me recordarían? ¿Sería mi vida recordada como un rastro de dignidad, de sentido, incluso de inspiración para otros?

¿Estoy preparado para ese momento? ¿Estoy llevando la vida que quiero llevar? ¿Soy la persona que quiero ser?

Si aceptáramos que podemos morir en cualquier momento, llevaríamos nuestra vida diferente. 
Sólo cuando aprendemos a morir, es cuando aprendemos a vivir”





Nota final:


Querido amigo lector:


Tal vez este artículo te haya dejado un amargo sabor de tristeza, o incluso de miedo. No temas, son emociones muy aceptables. La naturaleza no nos da la valentía, si no que nos da el miedo, para que lo afrontemos y lo transformemos en valor. Y en cuanto a la tristeza, es precisamente ese dolor el que nos alerta de que quizá es el momento de cambiar algo que nos hace sufrir en nuestras vidas. No olvidemos que la “Felicidad no es un derecho que se nos concede, sino un deber de cada día”. Y el tiempo, se agota.