Aquí estás, has llegado a este artículo, quizás porque has mirado el correo, tal vez, porque andabas curioseando por el mundo cibernético algo de Psicología, o de estrés… Posiblemente lo lees desde tu móvil, en cualquier lugar, tal vez aprovechando el tiempo mientras estás en la cola del supermercado… El tiempo apremia, y cada vez nos vemos más avocados a hacer varias cosas a la vez.
Vivimos en una sociedad que constantemente demanda nuestra atención y esfuerzo: debemos estar informados de las últimas noticias, debemos conocer las nuevas acciones políticas, debemos reorganizar nuestra economía para sobrevivir a la crisis, debemos cumplir y rendir en el trabajo, debemos conocer y manejar las nuevas tecnologías, debemos seguir formándonos para competir en el duro mercado laboral o bien debemos estar al tanto de cualquier opción de empleo, también debemos ocuparnos de nuestros quehaceres diarios: comida, vestido, la casa, debemos atender a nuestra familia o pareja, o si es el caso, también a nuestra mascota, debemos revisar nuestra correspondencia por correo ordinario, y también por correo electrónico y debemos, constantemente, mirar al reloj, para ir rápido y poder hacerlo todo, o más bien, casi todo… Porque es humanamente imposible llevar al día todo lo que la sociedad nos demanda. Y si no somos conscientes de esta imposibilidad, nos invade la angustia del “debería hacer más”.
Le exigimos a nuestro organismo hacer frente a este ritmo frenético. A menudo podemos sentir que tanta demanda nos colapsa y nos vemos bloqueados, como un ordenador con veinte aplicaciones abiertas que se satura y advierte “Este programa no responde”.
En ocasiones esta saturación no es palpable en la agenda diaria, sino que se experimenta sólo a nivel mental, en una ida y venida incesante de recuerdos del pasado o preocupaciones sobre el futuro, que nos impide centrarnos en el momento presente.
Quizá cuando llega la noche o cualquier otro momento en el que voluntariamente queremos aquietar el sistema tanto físico como mental, la inercia de tanta actividad hace imposible pararlo. Podemos sentir entonces que en nuestro interior algo se descontrola, como un caballo salvaje que galopa sin saber adónde va. Esta mirada a nuestro interior descontrolado nos asusta aún más, y buscamos alguna ayuda externa que nos permita apaciguar a la bestia… Una tila, una valeriana, o en los casos más graves, un trankimazín que el médico receta cuando le dices que estás mal de los nervios. Y quizás el remedio funcione, en el momento, pero has aprendido algo: tu interior te asusta.
La Organización Mundial de la Salud establece que la prevalencia de los Trastornos de Ansiedad se sitúa en un 25% de la población adulta en Europa y EEUU. Hay quienes consideran que se trata de la Epidemia Silenciosa del siglo XXI.
Curiosamente los datos dicen que en Oriente la tasa de Ansiedad es tres veces menor que en Occidente. Numerosos autores, como David Servan o Ramiro Calle inciden en que esta diferencia se halla en que mientras la Cultura Occidental nos enseña que la Felicidad se halla en el éxito social y el consumismo, la Cultura Oriental se centra en la paz interior como esencia de la Vida.
Muchos de nosotros somos unos auténticos extraños para nuestro mundo interior, perdidos en lo que parece más urgente y más importante (correos electrónicos, llamadas de teléfono…). Y cuanto más conectados estemos con lo exterior, menos lo estamos con nuestro propio interior. A menudo ofrecemos una atención positiva a los niños o a las mascotas cuando demandan nuestro cariño sencillamente enseñándonos un dibujo que han hecho, o un hueso que han encontrado, tan sólo para que les rasquemos la barbilla. Pero ¿cuándo tenemos un gesto tan benevolente hacia nosotros mismos?
Afortunadamente, cada vez hay más personas que descubren que la clave de su bienestar comienza por una atención positiva a su interior. En palabras del sabio Rabat-Zinn: Pasar cada día un tiempo con nosotros mismos es un <<acto radical de amor>>.
Podemos elegir practicar alguna disciplina de la tradición oriental como el yoga, la meditación, el tai chi o el quirong, o cualquier técnica de relajación. En cualquiera de las técnicas mencionadas la respiración se convierte en la puerta biológica hacia nuestro interior.
He elaborado una Técnica de Relajación para quienes quieran dedicarse un espacio a sí mismos. La relajación, como cualquier hábito, necesita de un entrenamiento y una dedicación diarios, y quizás al principio la falta de costumbre pueda hacer incómoda su práctica. Aconsejo oír este audio con auriculares, en un lugar tranquilo que propicie tu bienestar, durante, al menos tres semanas, en un encuentro diario contigo mismo… Pronto te lo agradecerás…
Para descargar la técnica de relajación te remito a mi web, a través del siguiente enlace:
En el menú de "Enlaces de interés", haz clic en "Descargar técnica de relajación Confío en mí".