“En ese momento la melodía me envuelve como si
de magia se tratara. Mi garganta cobra vida propia y mi voz me envuelve y me
conmueve. Siento que me elevo. Es como una dulce y agradable alteración de
conciencia… El tiempo parece detenerse. Mi cuerpo se vuelve sólo energía, alma
sin materia. Entonces, sólo existe el aquí y ahora… y el gozo de una Felicidad
inmensa…”
Este es el testimonio de una
persona que adora cantar. No es famosa, ni se gana la vida en ello, pero
alcanza una felicidad plena mientras canta.
Seguramente, todos hemos sentido
esta sensación en más de una ocasión, mientras realizamos una actividad que nos
gusta mucho, y nos hace entrar en un estado tremendamente placentero. Es el
llamado “estado del fluir”.
La teoría del estado del fluir o estado de
flujo fue propuesta por Mihály Csíkszentmihályi, un gran exponente de la psicología positiva.
Esta teoría propone que la gente es más feliz cuando está en un “estado de
fluir”, es decir, en una concentración o absorción completa en la actividad o
situación en la que se encuentran. Es un estado óptimo de motivación
intrínseca, en la que la persona siente una agradable sensación de gran
libertad, gozo, compromiso y habilidad. Todo el ser está allí, las facultades
se expresan al máximo, en un estado óptimo, y se trasciende el plano puramente
físico: se pierde la noción del tiempo, del espacio, del hambre, del dolor…
Es frecuente alcanzar este estado del fluir practicando actividades
relacionadas con el arte. Esto es, la música: cantar o tocar algún instrumento,
cualquier tipo de danza o baile, así como las artes plásticas: la pintura, la
escultura, la escritura, el dibujo o la ilustración, técnicas como el grabado,
el moldeado, la decoración, la cerámica, la costura, la cocina elaborada… y un
sin fin de tareas que hacen posible la expresión de la creatividad y la
belleza. Toda una expresión de talento y belleza, que llega a nuestros
sentidos, al oído, la vista, el gusto, el tacto…. y se convierte en una dulce
caricia para el alma.
Se podría pensar que sólo
personas con talento pueden disfrutar de este estado. Realmente, es necesario un nivel de destreza en la
actividad para alcanzar el estado del fluir: si la tarea nos resulta muy
fácil o muy difícil no es posible alcanzarlo. Y en este punto, habrá personas
que digan: <<Oh, yo soy muy “manazas”
a mí nada me sale bien>>. Pues bien, esto sólo es una falsa
justificación basada en la pereza: todas
las personas tienen uno o más talentos potenciales.
Así lo explica el sociólogo
periodista Malcolm Gladwell con su famosa regla de las 10.000 horas: la
investigación revela que para alcanzar un nivel de excelencia en cualquier
habilidad basta con acumular 10.000 horas de práctica. Esto equivale a decir 10
horas por semana en 20 años, 20 horas por semana en 10 años o 40 horas por
semana en 5 años. Sorprendente, ¿no? Entonces, esto implicaría que el pintor,
escritor, bailarín o cantante, no nace, sino que se hace.
Afortunadamente, no es necesario
alcanzar las 10.000 horas de práctica, para conseguir ese estado del fluir,
sino que basta con alcanzar cierta
destreza y capacidad de concentración en la tarea, y esto es posible mucho
antes. Nos sorprenderíamos de lo rápido que podemos disfrutar plenamente de
una actividad incluso sin haberla probado nunca.
Algunos estudios muestran que las personas que eligen un trabajo que les
permita alcanzar este estado de fluir en su labor diaria son tremendamente más
felices. Pensemos que 8 horas al día de jornada laboral supone casi un
tercio de la vida de una persona. Y en este sentido, los estudios revelan que,
además de las actividades relacionadas
con el arte expuestas anteriormente, hay profesiones
más propensas a facilitar el estado del fluir. Se trata de profesiones en
las que se trabaja mejorando la calidad de vida de las personas, como es el
caso de la medicina, la psiquiatría o la psicología.
En resumen, el estado del fluir se alcanza cuando nos entregamos plenamente a
expresar nuestras emociones, y la tarea se convierte simplemente en el
canal de expresión, por ello, no es tan importante el resultado final. Es justo
lo que hacen los niños cuando pintan, bailan o cantan disfrutando plenamente. Y
no es raro que cuando ponemos el corazón en lo que hacemos y nos sentimos
fluir, alcanzamos a emocionar y tocar el alma de otras personas…