Es obvio que una infidelidad golpea fuertemente uno de los pilares que
debe sustentar la pareja: la confianza. Y como todos sabemos, la confianza
requiere de mucho para construirse, pero de poco para destruirse.
Por otra parte, en cuanto a la definición de “infidelidad”, cada quién
puede tener la suya propia. Hay quienes consideran que el simple deseo o
atracción por un tercero ya es infidelidad. Otros estiman que la traición
requiere de un contacto físico (desde un beso en los labios hasta consumar el
acto sexual). Para otros, es necesario que haya un sentimiento mutuo, más allá
de lo físico, o incluso, un cierto compromiso.
EL GRADO DE LA “TRAICIÓN”
Ya hemos comentado que la definición de infidelidad es algo sujeto a la
interpretación de cada uno. Sin embargo, podemos diferenciar algunos criterios
generales para delimitar la “profundidad de la herida” o grado de la traición:
·
Voluntariedad. Está claro que nadie hace nada
que no quiera hacer, pero no es lo mismo salir a buscar voluntariamente una
relación fuera de la pareja, que ir sintiendo algo por alguien cercano, como
por ejemplo un compañero/a de trabajo. A menudo esto se vive como algo que “no
se pudo evitar”.
·
Duración y momento. La duración de la relación
infiel es un criterio que claramente influye en el grado de traición
experimentado. En cuanto al momento, la herida será más leve si la infidelidad
se produce al comienzo de una relación y más profunda si se trata de una
relación duradera en la que el tiempo ha consolidado el compromiso y el
proyecto conjunto.
· El número de personas. En ocasiones la infidelidad
se produce con diferentes personas, con quienes no se establece un vínculo
sentimental sino puramente sexual. En este sentido, es muy variable el efecto
de dolor que ejerce la infidelidad.
ARREPENTIRSE
Hay personas que viven la relación infiel con cierta tranquilidad, sin
remordimientos o requiebros de conciencia. Otras, sin embargo, la viven con
sufrimiento y se arrepienten de haberse dejado hechizar por un amor
“prohibido”.
El arrepentimiento, cuando se da,
puede tener lugar en diferentes momentos. A veces, cuando la infidelidad
se descubre por sorpresa, de repente acechan miedos de perder a la “pareja
oficial”. Otras veces el arrepentimiento se experimenta desde el principio,
establecido como una especie de conflicto interior, una lucha entre los
principios éticos de la persona y lo que inevitablemente siente, ese amor
descrito como involuntario, pero pasional e inevitable.
Sin duda, un punto que facilitará el perdón es “la confesión” por parte
del miembro infiel antes de que la relación paralela se descubra por sorpresa.
¿PERDONAR?
Cuando la infidelidad se descubre, la pareja destapa la realidad
quebrada de sus cimientos. La confianza se desploma, las identidades se
desdibujan (a menudo surge la afirmación hacia la persona infiel “no sé quien
eres”), la autoestima de la persona traicionada se agrieta, sintiéndose de
repente inferior, desorientada, en shock… Entonces quizás se plantea la
pregunta de continuar o no en la relación.
Y tanto si la pareja continúa como si no, se traza la cuestión:
¿Es posible perdonar una infidelidad?
Si nos planteamos si perdonar o no a la persona infiel, debemos
detenernos en algo… Realmente, ¿quiénes somos nosotros para perdonar a otros?
“Yo, grande, leal y auténtico te perdono a
ti, pequeño, pecador y falso…”
¿Acaso somos el gran Dios para juzgar y
perdonar a otros?
El perdón es más bien un proceso intrapsíquico, es decir, con nosotros
mismos. Perdonar la infidelidad significa aceptar en nuestro interior lo
ocurrido y decidir andar el camino para transformar el dolor y la rabia en
aprendizaje, paz y crecimiento. Perdonar es más bien liberarnos a nosotros
mismos de las cadenas del odio y el rencor. Por supuesto es un proceso, y
requiere tiempo y esfuerzo. Y esta elección puede tomarse tanto si la pareja continúa
como si no.
LA RELACIÓN DESPUÉS DE LA INFIDELIDAD
En ocasiones el miembro infiel
suplica a su pareja una nueva oportunidad. Y la persona “traicionada” debe
decidir. En este punto, quiero resaltar dos aspectos importantes:
·
Cada persona ha de establecer su nivel de exigencia en el amor. Hay
personas que necesitan muy poco para conformarse: he llegado a atender en mi
consulta a personas que estaban dispuestas a aceptar que su pareja mantuviera
la infidelidad, con tal de no romper la relación, por miedo a la soledad. Otras
personas, sin embargo, exigen una fidelidad impecable, y descartarían
inmediatamente retomar la relación después de cualquier traición.
·
Decidir en base
al amor y no al miedo. Existen dos fuerzas emocionales opuestas que pueden
funcionar como motor en nuestras vidas: el amor o el miedo. En el tema que nos
ocupa, decidir en base al miedo
sería dar una oportunidad a la pareja sobre todo por evitar el dolor de la
ruptura. La persona se puede ver desbordada, débil, incapaz de replantearse su
vida al romper la pareja y, por miedo, decide volver. A menudo el sufrimiento
de esta elección es mucho mayor de lo esperado. Decidir en base al amor significa analizar y valorar con sensatez si la pareja podría funcionar después
del bache emocional de la infidelidad. He conocido parejas que, tras
superar una crisis por infidelidad en la que llegaron a rozar la separación
definitiva, han aprendido a valorar mucho más a su compañero/a, y el amor ha
resurgido con mucha más fuerza, como el ave fénix que renace de las cenizas…