Bienvenidos a Psicología de Vida

A través de este blog quiero compartir conocimientos y experiencias sobre la mente, el comportamiento y el sentir humano. Lejos de tecnicismos y diagnósticos psiquiátricos, me centro en la vida misma, en los condicionantes que influyen día a día en la felicidad o infelicidad de cada uno de nosotros. Para ello me baso en mi experiencia clínica en la consulta, en mi pasión por seguir formándome y aprendiendo cada año, cada día; en numerosas investigaciones que he contrastado; y cómo no, en mi experiencia personal. Mi objetivo es aportar y compartir. Mi deseo, poner en tus manos herramientas para ser más feliz.

domingo, 18 de noviembre de 2012

SI LO TENGO "TODO"... ¿POR QUÉ ME SIENTO INFELIZ?



A menudo hay personas que llegan a mi consulta exponiendo… “No sé cómo explicar lo que me pasa. Aparentemente no tengo ningún problema: tengo trabajo, pareja, hijos, mi familia está bien y, económicamente, afortunadamente no me falta de nada… Pero me siento triste, sin ilusión, con una sensación de vacío…”



Analicemos desde el principio…

Desde que nacemos, venimos al mundo con una predisposición a ser felices, a disfrutar del amor, de los placeres, a ser creativos, curiosos, libres…  Basta observar a un bebé mientras juega: su alegría, la curiosidad con la que explora todo lo que le rodea, la valentía con la que acude a descubrir lo desconocido. Una verdadera ¡pasión por vivir! Y los mayores, en nuestro afán de proteger y guiar a esa criaturita, vamos advirtiendo de los peligros mundanos: ¡Cuidado! ¡Eso no! ¡Te vas a caer! Pronto llegan a la escuela donde tienen que aprender a socializarse y a ser disciplinados en el grupo. Año tras año, tienen que completar el programa educativo marcado para cada curso. Se les educa para ser obedientes, estar calladitos, sentados, haciendo las tareas marcadas, durante varias horas al día. Poco a poco han de aprender a renunciar a su naturaleza de ser exploradores en movimiento, creativos, curiosos… Para pasar a ser obedientes, sumisos y seguir las normas marcadas por los adultos, limitando el desarrollo de sus potencialidades innatas.

Un estudio realizado en 1968 por George Land, en una muestra de 1600 niños de 5 años, mostraba que el 98% de ellos nacían con capacidades extraordinarias para explorar, crear y resolver problemas. Los niños nacen con capacidades asombrosas, ¡son verdaderos genios! El estudio mostró, 5 años más tarde, cuando los niños tenían 10 años, que sólo el 38% llegaba a nivel de genio, y esta cifra se redujo al 12% cuando tenían 15 años. De adultos, sólo el 2% alcanzaba el nivel de genio.

El sistema también nos adoctrina para que seamos competitivos, a través del sistema numérico de calificaciones, nos enseña a compararnos con los demás. Sacar un 10 en un examen es hacer todo lo que dijo el profe, justo como dijo el profe. Se mutila cada vez más la capacidad de decidir, de crear, de potenciar las capacidades individuales de cada persona. Ser “el/la mejor” es cumplir al máximo con el deber que ya está establecido y superar en ello a los demás.

Filósofos y maestros han definido como “Ortonoia” a este proceder establecido como correcto y deseable: la raíz “orto” significa “correcto” y “noia” de noiesis, “conocimiento”.

Y para seguir ese “buen camino”, la sociedad nos sigue adoctrinando: Debes estudiar para conseguir un buen trabajo, casarte, tener una familia, comprar muchas cosas, estar a la moda… Aprendemos a seguir la ruta marcada, a seguir la senda de la mayoría, sacrificando el en camino seguirnos a nosotros mismos y acallando, poco a poco, nuestra voz interior.

No es extraño que los jóvenes, cuando alcanzan la mayoría de edad y han de tomar una decisión en cuanto a qué profesión elegir, se sientan incapaces de saber qué quieren: están acostumbrados a hacer lo que les marcan desde fuera, y quizás nunca se pararon a escucharse a sí mismos y confiar en su propio criterio.

Pero esa voz que habita en cada uno de nosotros,  no puede permanecer en silencio por siempre, termina expresándose. Quizás en forma de tristeza, de confusión, de vacío existencial. Tal vez en forma de nerviosismo, ansiedad, de tensión muscular o incluso dolor de cabeza. Es el estado que sigue a la nombrada “Ortonoia”, y que llamamos “Paranoia” o crisis de perturbación mental. Y en ese punto surge el planteamiento: ¿sigo acallando esta voz con algún tratamiento que me alivie y silencie mi sufrimiento?... o… ¿me decido a buscar y descubrir quién quiero ser realmente? Esta elección de crear el camino propio, siguiendo la voz interior es, en la citada terminología, el estado “Metanoia” que significa “más allá de la mente”. La mente, en este sentido, podría considerarse el conjunto de creencias adquiridas, limitadoras del verdadero potencial que poseemos.


LA HISTORIA DEL ELEFANTE ENCADENADO

Hace años leí un cuento que refleja muy bien la reflexión del presente artículo:

<<Cuando era pequeña me encantaban los circos. Quedaba impresionada por los animales que amenizaban la función, y me llamaba la atención especialmente el gran tamaño y la fuerza descomunal del elefante. Un día, ya después de la función, observé cómo el enorme animal permanecía tranquilo, en las afueras de la carpa, tan sólo atado en una de sus patas por una cadena y una pequeña estaca en la tierra. Me pregunté entonces “¿Por qué no hace uso de su gran fuerza para soltarse y escapar?” Alguien me respondió “Porque está amaestrado”. Me volví a plantear entonces… Y si está amaestrado, “¿Por qué lo encadenan?”.
No obtuve respuesta convincente en ese momento, y con el paso de los años me olvidé del misterio del elefante hasta que alguien suficientemente sabio me resolvió el enigma:
Cuando el elefante era recién nacido, fue atado con esa estaca a la tierra. El pobre elefantito intentaría usar todas sus fuerzas para soltarse. Me lo imagino tirando, empujando, sudando agotado hasta caer rendido. Un terrible día de su existencia, exhausto por el inútil esfuerzo, dejó de intentarlo… para siempre. Nunca más ha vuelto a planteárselo, porque el pobre animal cree que “no puede”>>.

Desgraciadamente, al igual que el elefante encadenado, hay personas que permanecen toda su vida, atadas a sus creencias de incapacidad… Sin plantearse el enorme potencial que alberga en su interior.