Bienvenidos a Psicología de Vida

A través de este blog quiero compartir conocimientos y experiencias sobre la mente, el comportamiento y el sentir humano. Lejos de tecnicismos y diagnósticos psiquiátricos, me centro en la vida misma, en los condicionantes que influyen día a día en la felicidad o infelicidad de cada uno de nosotros. Para ello me baso en mi experiencia clínica en la consulta, en mi pasión por seguir formándome y aprendiendo cada año, cada día; en numerosas investigaciones que he contrastado; y cómo no, en mi experiencia personal. Mi objetivo es aportar y compartir. Mi deseo, poner en tus manos herramientas para ser más feliz.

domingo, 3 de mayo de 2015

LA PROSTITUCIÓN AFECTIVA



     Todos necesitamos afecto. Es una necesidad básica desde el momento en que nacemos. Y ya desde pequeños nos la apañamos para conseguirlo, de diferentes formas: lloramos para que vengan nuestros padres, para que nos atiendan, nos alimenten, nos abracen, nos acaricien. Conforme vamos creciendo llamamos su atención de diversas maneras: mostrando nuestros dibujos, nuestras nuevas habilidades o cualquier mérito que nos brinde la aprobación de los mayores. Recordemos esa sensación de plenitud cuando nos aplaudían diciendo “¡Muy bieenn!!!”. Y ya que necesitamos el afecto para vivir, es una estrategia estupenda, al servicio de nuestra adaptación al mundo.

       El problema empieza cuando nos vamos haciendo mayores y para seguir obteniendo esta aprobación o afecto de los demás, actuamos en función de lo que desean los otros, y no hacemos lo que sentimos de verdad. Así, tal vez constantemente nos piden favores que no nos apetece hacer, pero somos incapaces de decir que no, y lo hacemos por evitar el rechazo, por seguir obteniendo la aprobación y el buen juicio de los demás. Esta forma en la que nos relacionamos para conseguir el afecto es denominada “prostitución afectiva o relacional”. De esta forma, en la prostitución afectiva, pueden apreciarte por lo que haces, pero no por quién eres realmente (tus sentimientos siempre permanecen escondidos).

        Por otra parte, en la prostitución afectiva siempre se prioriza a los demás, nunca a uno mismo, y esta desvalorización también se proyecta a los demás, quienes sin duda también te dan menos valor. Recuerdo un paciente que me contaba que nunca hacía planes de fin de semana, ya que su trabajo era por turnos, y cuando él libraba el fin de semana siempre había algún compañero que le pedía que le sustituyera en sábado o domingo, y él era incapaz de decirle que no. Sus compañeros aparentemente le apreciaban, pero un día fue él quien necesitó el cambio para ir a una boda un sábado, y todos sus compañeros le dijeron que no podían. Él se sintió muy decepcionado, incluso rabioso (este hecho fue el que le precipitó a venir a mi consulta).


        Sin embargo, aunque mi paciente estaba muy decepcionado, estar en último lugar para los demás es una consecuencia muy común cuando constantemente sacrificamos nuestro tiempo o esfuerzo, para satisfacer a los otros. De hecho, la palabra “sacrificio” significa “inmolación o renuncia”. Literalmente, vamos renunciando a nosotros mismos, “matando nuestro verdadero ser” y valorándonos siempre menos que a los otros. Y si nosotros no nos valoramos, ¿cómo lo van a hacer los demás?

Nos comportamos con miedo a decir no, porque pensamos que nos van a rechazar. Esto normalmente tiene graves consecuencias en la autoestima, y a menudo va produciendo problemas de depresión y aislamiento (ya que por las decepciones con los demás, la persona va dejando de relacionarse) que se extienden a problemas de pareja y familiares.

                           APRENDER A DECIR NO

En este tipo de cuadros de prostitución afectiva, la persona debe aprender a decir no. Normalmente, dada la dificultad que supone este reto al principio, el tratamiento va por pasos o niveles. Si la persona siempre accede sin pensar a la petición de favores de los demás, debe aprender a darse un espacio sin dar directamente el sí. Entonces, deberá decir la frase “No sé si podré, espera que lo piense”. El siguiente paso será responder “Lo siento, me gustaría, pero no puedo”.
Y así sucesivamente, la persona va aprendiendo a hacer los favores que le apetezcan realmente, y a decir no cuando no le apetezca. De esta forma, se expresa libremente,  tal como siente, tal como es. La persona se valora mucho más a sí misma, y como consecuencia, se dará cuenta que los demás, lejos de rechazarle,  también la valorarán, respetarán y apreciarán mucho más.


viernes, 6 de marzo de 2015

PAREJAS... ¿PARA TODA LA VIDA?


        Tal vez nuestros abuelos y abuelas conformaron una pareja para toda la vida. Seguramente nuestros bisabuelos y tatarabuelos también. Quizás, aunque menos probable, y dependiendo de su edad, nuestros padres también. Sin embargo, en nuestros tiempos, la relación de pareja para toda la vida ya no es una constante.


Los datos estadísticos dicen que, después de los cinco años de casarse nada menos que el 60% de los matrimonios se plantean divorciarse. Y a esto se suma el porcentaje de parejas que, aun estando mal, no se lo plantean por dificultades económicas, familiares, etcétera, y “aguantan” en el matrimonio como pueden…





¿ESTAMOS ANTE UNA “CRISIS DE LA PAREJA”?



No olvidemos que la palabra “crisis” significa “cambio”. Y creo que nadie duda que estamos en un periodo de pleno cambio en la humanidad. Estamos en la era de la información, de las tecnologías, del desarrollo. Está cambiando el modelo económico, el religioso, el político, el científico. Están cambiando los valores personales, la consciencia de la humanidad,  y también está cambiando el modelo de amor. Mientras que hace más hace unos 50 años hablábamos de la pareja como “tu otra mitad”, la que te complementa y da sentido a tu vida, ese modelo llamado “amor romántico” está desfasado, y ha sido sustituido por un amor de “dos enteros”. Esto significa que los miembros de la pareja son (o debieran ser) personas completas, independientes, preocupadas por su propio desarrollo y crecimiento personal, y que se unen a otra persona para “compartir” su felicidad y no para conseguirla a través de ella. El “compartir” en la pareja también es una forma es la que los miembros se desarrollan y enriquecen mutuamente.

 Sin embargo, en estos tiempos también el desarrollo personal ocurre de una forma mucho más rápida. Tenemos a nuestra disposición innumerables opciones de vida: desde diferentes actividades a practicar en el tiempo libre, como distintas formaciones, opciones laborales, contactos personales, etc. Y gracias a las nuevas tecnologías toda la información la tenemos en nuestro móvil rápidamente y en cualquier lugar. Basta un clic en google para tener a nuestra disposición cualquier información en el momento; o un clic en facebook, instagram o twiter para abrir una lista de cientos de personas y grupos con los que podemos contactar…

Esta multiplicidad de opciones y el fácil acceso a ellas también hacen más posible que las personas vayan explorando diferentes experiencias, y si los miembros de una pareja escogen opciones distintas pueden ir  distanciándose entre ellos.



 Todo se une a una mayor exigencia tanto a nivel personal como de pareja. Por ejemplo, hace 50 años éramos felices simplemente teniendo una vida estable y una pareja que “encajara” en nuestro estatus familiar y social; y este estatus se conseguía a menudo teniendo una pareja de toda la vida, ya que la sociedad consideraba que era lo adecuado. Ahora en cambio,  exigimos mucho más para estar bien en pareja. Exigimos más compatibilidad de caracteres, valores y gustos comunes, que nuestra pareja acompañe nuestra evolución personal, etc.



Y no es que esta mayor exigencia sea negativa porque dificulta que la pareja permanezca unida para siempre. Más bien al contrario: supone un reto para superarse y hacer que la pareja crezca, se adapte,  o bien, que acepte que ya no pueden continuar juntos, y crezcan por separado.



A veces la pareja caduca, y tiene que romperse, para que sus miembros puedan seguir creciendo y ser felices. Debemos aceptar esto. Algunos expertos hablan de una nueva era de las relaciones de pareja en la que la norma es tener varias parejas a lo largo de nuestra vida. Hablan de “monogamias secuenciales” para designar a estos periodos en los que tendremos diferentes parejas en cada secuencia de nuestra vida.





CLAVES PARA CUIDAR LA RELACIÓN DE PAREJA



Se trate de una relación  para toda la vida o de duración limitada, la pareja requiere de unos cuidados para mantenerse en un estado de bienestar. Algunas claves para cuidar la pareja son:

  •    Cuidar el espacio personal de cada miembro. Que cada uno sea responsable de cuidar su propio crecimiento personal, y no hacer depender su bienestar  exclusivamente de la pareja.
  •  La pareja debe compartir, crear espacios y proyectos comunes, evitando la monotonía. No es una contradicción con la clave anterior, más bien al contrario, ambos espacios se complementan. Visitar lugares nuevos, probar nuevas actividades y experiencias,  tener metas comunes y renovarlas, compartir con otras personas, con otras parejas…
  • Revisar la pareja. De vez en cuando, la relación debería plantearse una especie de “itv”. Por ejemplo, hacer un pequeño retiro de fin de semana al año, destinado a hacer balance de cómo se siente la pareja, puntos débiles, puntos fuertes y propuestas de mejora.   
 Mónica Ferrera, psicóloga y psicoterapeuta.
www.monicaferrera.es

domingo, 18 de enero de 2015

NUNCA PIERDAS LA ESPERANZA


         Quizás conozcas a personas que, a pesar de que la vida les golpee con dureza, resurgen y crecen de ello...
 Sorprendentes historias de enfermedades terminales, pronosticadas de una próxima muerte, pero que remiten, se curan sin una explicación médica, y la comunidad científica las clasifica de “remisiones espontáneas”.

O personas que parecen tocar el fondo al arruinarse económicamente, pero resurgen y remontan creando nuevas riquezas.

Hay también historias de personas que, sin esperarlo, han sido abandonadas por sus parejas, perdiendo su casa, el contacto con sus hijos… han sentido que su vida se desploma completamente, pero al tiempo han crecido de ese dolor, y han rehecho sus vidas siendo aún más felices.


¿Tienen algo de especial estas personas?


Sin duda, han sido objeto de estudio de psicólogos, sociólogos y otros científicos. En psicología, esta cualidad de fortaleza o resistencia ante la adversidad, es denominada “RESILIENCIA”.

En medicina, esta capacidad de “curación” que parece milagrosa, ha sido ampliamente estudiada por científicos como el estadounidense Joe Dispenza o el ilustre cirujano español Mario Alonso Puig. El doctor Joe ha entrevistado a numerosos pacientes con esta experiencia de “curación espontánea”. El científico manifiesta que estos pacientes que evolucionan tan positivamente en enfermedades graves tienen algo en común: una profunda esperanza. En las distintas entrevistas, cada persona llama de una forma distinta a esta “esperanza” o “fuerza de curación”. Algunos hablan una “fuerza interior” en la que confían plenamente, una especie de “inteligencia superior” que habita en su ser y que es capaz de sanar su dolencia. Hay quienes hablan de una “energía universal”, como fuerza curativa en la que han confiado y con la que están conectados. Otros llaman a esta fuerza “poder espiritual”. Otros lo llaman “Dios”… y otros, más escépticos, deciden llamar a este poder, simplemente “placebo”.

El doctor Mario Alonso Puig afirma que “la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores de nuestro cerebro”. Nuestro cerebro a su vez envía las órdenes encargadas de modificar nuestra biología.



Sea lo que sea, estamos hablando de un poder… de una fuerza que conduce a resurgir… de una confianza con la que puedes conectarte. Puedes llamarla como quieras, en función de tus creencias: poder personal, inteligencia o consciencia superior, energía universal, sabiduría, esperanza, confianza,  Dios…




Tampoco olvides que “esperanza” no es lo mismo que “expectativa”. Con esto quiero decir que quizás lo que más deseas y en lo que pones tu fuerza (expectativa) no sea lo más adecuado para ti. Por ejemplo, si deseas volver con tu ex y se trata de una relación tormentosa, si te conectas con esta fuerza, con esta “esperanza” o como tú prefieras llamarla, tal vez te dirijas en sentido contrario, a alejarte de de esa persona. Y aunque en ese momento no lo comprendas así, esta fuerza te dirige hacia lo mejor para ti, a evolucionar aunque sufras con ello.


Quisiera finalizar con una historia en la que esta fuerza es llamada Dios. Por mi parte, lejos de pretensiones religiosas, este relato me parece muy ilustrativo, y que puede iluminarnos hacia la esperanza en los momentos más difíciles...


<<Cuentan que una persona murió y, al llegar a las puertas del cielo,  se    encontró con Dios. Y Dios le dijo:

-          Vamos a echar una ojeada a tu vida.

Entonces vieron, como en un desplegable, toda la vida de la persona: los hechos significativos, los desencuentros, las heridas, las dificultades, las alegrías, lo hecho, lo pendiente, etc.

Cuando terminaron, la persona  le dijo a Dios:

-Tengo que hacerte una pregunta. He observado que en algunos tramos del camino hay cuatro huellas, y eso me hace pensar que caminabas a mi lado. Pero, curiosamente, en los tramos más difíciles, en aquellos en los que estaba caído, sufría profundamente o trataba de encarar problemas sin apenas fuerza, había únicamente dos huellas. Mi pregunta es: ¿por qué me dejaste solo en esos momentos?

A lo que Dios, sonriendo, contestó:

- Nunca te dejé solo. De hecho, en esos momentos, te llevaba en brazos.>>


Mónica Ferrera, psicóloga.
www.monicaferrera.es 




 Aquí me tenéis encantada con el científico Joe Dispenza, no sólo un gran profesional a nivel mundial, sino una persona cercana y entrañable.