Bienvenidos a Psicología de Vida

A través de este blog quiero compartir conocimientos y experiencias sobre la mente, el comportamiento y el sentir humano. Lejos de tecnicismos y diagnósticos psiquiátricos, me centro en la vida misma, en los condicionantes que influyen día a día en la felicidad o infelicidad de cada uno de nosotros. Para ello me baso en mi experiencia clínica en la consulta, en mi pasión por seguir formándome y aprendiendo cada año, cada día; en numerosas investigaciones que he contrastado; y cómo no, en mi experiencia personal. Mi objetivo es aportar y compartir. Mi deseo, poner en tus manos herramientas para ser más feliz.

miércoles, 5 de marzo de 2014

LA ENVIDIA


<<¡Oh, envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!>>

                                                                                Miguel de Cervantes

      
  Con esta frase alude Cervantes a un sentimiento que en algún momento de nuestras vidas seguramente hemos experimentado: la envidia. En la Religión, la Envidia es uno de los siete Pecados “Capitales”, no por su gravedad, sino por ser raíz de otros males como el odio, el rencor o la venganza, que nos coloca en el extremo opuesto al amor al prójimo.

En la Psicología, la envidia es definida como el sentimiento de deseo intenso de algo poseído por otra persona. Las áreas cerebrales que se activan con la envidia son exactamente las activadas por el dolor. Es, por tanto, un sentimiento doloroso y altamente limitante, y por ello, he decidido tratarlo en este post, para aprender a gestionarlo y transformarlo en un recurso.



EL ORIGEN DE LA ENVIDIA


        Según algunos estudios, la envidia tiene una base biológica, y es por tanto natural sentirla. Sin embargo, la cultura, la sociedad o la educación, juegan un papel crucial en su desarrollo.


        Desde pequeños, somos educados en la competencia, en lugar de la cooperación.
       Si recordamos nuestro periodo escolar, ¿quién era el/la más listo/a de la clase?, aquella persona premiada, reforzada, con quién tal vez nos comparaban creando nuestra frustración. ¡O tal vez eras tú ese ser destacado! Y entonces tenías que soportar a tus compañeros/as, que a veces con desprecio, dejaban caer eso de... "¡¡¡Empollón!!!". Nuestro sistema de enseñanza aún sigue promoviendo competir, a través de innumerables pruebas y exámenes individuales, en lugar de inspirar hacia trabajos en equipo que promuevan el crecimiento mutuo y el bien común. Y este sistema es perpetuado con aún más intensidad en el panorama laboral.


        En este sentido, es curioso como otras especies parecen estar más “avanzadas” que la sociedad humana. Por ejemplo, los caballos. Los caballos viven en grupos o manadas, y cada uno tiene un papel diferente en el grupo, todo ello para lograr un único objetivo: el bien común. Un caballo quiere lo mejor para él, quiere ser feliz, es decir, evitar situaciones que se escapen a su control, como el ataque de depredadores. Busca su “bien-estar” y sabe que para sentirse bien, es condición que los demás también estén bien. Y se organizan de una forma jerárquica y perfecta para conseguirlo. 




        Pues bien, el ser humano también nace con ese valor de bien común, que, contrario a la envidia, propicia la solidaridad cuando vemos a otros que necesitan ayuda, y hace que nos sintamos bien al ayudarles.   



EL ALIMENTO DE LA ENVIDIA: LA CRÍTICA


Un claro indicador y alimento de la envidia es criticar a aquella persona que envidias. Al verbalizar tal comentario destructivo ya estás dándole poder en tu vida a la destrucción y no a la creación. Cuando estamos criticando, nuestro cerebro funciona en un alto nivel de estrés (ondas beta alta), totalmente contrario al bienestar y la creatividad.

En palabras del célebre Shopenhauer: “La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.”



LA ENVIDIA: DE LÍMITE A RECURSO



        Como hemos referido, la envidia es un sentimiento natural, pero no por ello aceptable. Podemos transformar su carácter destructivo en una inspiración a crear en nosotros aquello que anhelamos de otros. Estos son los pasos a seguir para conseguirlo:


  1. Reconocer e identificar ante ti mismo el sentimiento de envidia. No es algo vergonzoso, recuerda que es algo natural y ¡te honra querer cambiarlo!
  2. Evita criticar a la persona que envidias. Si evitas hablar negativamente al respecto, te aseguro que este sentimiento se reducirá drásticamente.
  3. Observar qué es exactamente lo que anhelas de esa persona. Tal vez descubras que no te interesa tanto. O quizás que puedes ponerte en marcha para conseguirlo. Los humanos aprendemos por observación a otros, ¿qué tal si te inspiras a hacer algo parecido a ese ser que en principio envidiabas?
  4. Este cuarto paso es el más difícil, pero ayuda a disolver casi totalmente el sentimiento de envidia: declarar la virtud. Se trata de “decir a otros lo admirable de ese ser que tanto envidiabas”. Puedes decir, por ejemplo, “Es admirable como ha conseguido tanto éxito”, “La verdad es que tiene mucho talento”. Y un paso más lejos, es decírselo directamente a la persona que posee tal virtud. Te aseguro que tu valor al hacer esto habrá disipado cualquier resto destructivo de la envidia, convirtiéndola en un valor de valentía y reconocimiento, y por tanto, en una virtud propia.


¿Y SI TE ENVIDIAN Y TE CRITICAN A TI?


        Entonces significa que estás en el camino del éxito. No olvidemos que en nuestra cultura, algo bueno se define como “envidiable”. Mi consejo: mira a tus críticos con compasión, y sonríeles desde tu dulzura, ellos tienen su propio castigo con el dolor de su envidia. A veces, destacar o tener éxito es lo que más nos abruma. Pero...

<<No tengas miedo a brillar, porque antes o después, iluminarás a otros con tu grandeza y los inspirarás a que enciendan la luz de su propia virtud>>.