Bienvenidos a Psicología de Vida

A través de este blog quiero compartir conocimientos y experiencias sobre la mente, el comportamiento y el sentir humano. Lejos de tecnicismos y diagnósticos psiquiátricos, me centro en la vida misma, en los condicionantes que influyen día a día en la felicidad o infelicidad de cada uno de nosotros. Para ello me baso en mi experiencia clínica en la consulta, en mi pasión por seguir formándome y aprendiendo cada año, cada día; en numerosas investigaciones que he contrastado; y cómo no, en mi experiencia personal. Mi objetivo es aportar y compartir. Mi deseo, poner en tus manos herramientas para ser más feliz.

domingo, 18 de marzo de 2012

EL PLACER COMO ENEMIGO: LA TENTACIÓN

          Gracias al placer y a su búsqueda instintiva, disfrutamos del buen comer, del sexo, de la música o el cine;  y, en otro orden de cosas, del placer de amar, de sentirse amado, del éxito y reconocimiento social,… y un largo etcétera. La búsqueda de placer y su disfrute es el condimento que puede hacer de la vida una aventura exquisita. En su diversidad de manifestaciones, como la alegría, el deseo, la pasión,… el placer es una de las cuatro emociones primarias (junto con el miedo, el dolor y la rabia); y su gestión es crucial para desarrollar nuestra Inteligencia Emocional como clave del éxito y felicidad. (Remito a artículos anteriores de este blog para ampliar información).


    Sin embargo, volverse incapaz de gestionar esta emoción puede convertirnos en “Esclavos del placer”. Esta falta de libertad puede tornarse en ansiedad por consumar el placer de que se trate, bien el sexo, las compras, el juego, Internet… Hablamos entonces de las “Adicciones”.

        No obstante, sin llegar a la patología de Adicción, para analizar el “placer como enemigo”, voy a detenerme en  una de las actividades placenteras más comunes: “el placer de la comida”.

          
COMER ES UN PLACER…

       Desde un punto de vista biológico, la sensación de hambre es una alarma que indica la necesidad de nutrientes en el organismo. Comer en esos momentos constituye un alivio placentero que sacia y equilibra esa necesidad.

       Pero este mecanismo biológico basado en “comer como necesidad”, ha evolucionado y se ha transformado (sólo en el primer mundo, ¡claro!). Es decir, generalmente, no comemos por necesidad, sino que comemos por placer.

         Me ha parecido interesante reflexionar en este tema, ya que vivimos en una sociedad en la que impera el culto a la belleza de la estética y la esbeltez. ¿Quién no ha hecho dieta alguna vez?

         Y quien haya hecho dieta restrictiva, habrá podido sentir que el hecho de prohibirse ciertos alimentos, no hace sino aumentar el deseo por ellos. Sin embargo, la persona puede ser capaz de controlarse ascéticamente en una dieta estricta, nada placentera y sin apenas calorías. Podrá reprimir su impulso de placer día tras día, e incluso sentirse victoriosa por vencer a su propia naturaleza. Sin embargo, su deseo cada vez puede volverse mayor… y más incontrolable. Es común en este proceso antinatural que la persona se vuelva triste e irritable, en el enérgico intento de contener su impulso.


LUCHAR CONTRA NATURALEZA ES, ANTES O DESPUÉS, UNA BATALLA PERDIDA...

        En algún momento el control bajará la guardia y, seguramente,  sucumba la tentación de un chocolate, una galleta o cualquier otro manjar. Y una vez que la voluntad cede al pequeño placer prohibido, la sensación orgásmica del disfrute nos hace  vulnerables… y en ese punto es muy difícil parar. Como dice la vulgar expresión, “de perdidos, al río”… de una onza de chocolate puede pasarse al atracón de la tableta, o del paquete entero de galletas… Como si se tratara de una posesión demoníaca que hace perder el control. En palabras de Oscar Wilde:


     <<La única forma de vencer la tentación es entregarse a  ella>>




        Después de disfrutar este orgasmo prohibido, la culpabilidad y la frustración se adueñan de la persona, quien se impondrá: “No puede ser; a partir de ahora debo controlarme más”. Su percepción de autocontrol se va mermando; y a la misma vez su autoestima y estabilidad emocional. De esta forma, la persona va quedando, poco a poco atrapada en una lucha contra su propia Naturaleza, ya que, parafraseando a San Agustín:


                            << Nadie puede vivir sin el placer>>


          El error, por tanto, radica en que la mayoría de las dietas se basan en la idea de control y sacrificio, cuando en realidad la relación que nos une con la comida es la  búsqueda de placer como instinto natural. Sin duda hay personas con gran voluntad que logran su objetivo de perder peso, pero raramente este objetivo se mantiene en el tiempo. Más al contrario, pueden recuperar el peso perdido e incluso más, ya que no han aprendido a gestionar la clave: el equilibrio sano del placer de comer. 

          Más allá de este ejemplo de la relación con la comida, se establece la necesidad de gestionar y canalizar la emoción del placer, y no reprimirla. El control excesivo, es justo lo que hace perder el control. El equilibrio se haya en permitirse el placer en su justa medida.


          "Por tanto, la búsqueda del placer, en todas sus manifestaciones (alegría, pasión, disfrute), y la sabiduría de su gestión, es necesaria para lograr una vida estimulante y plena. También al contrario, saber detectar la ausencia de placer, cuando la vida se torna insípida y sin pasión, es imprescindible para reconducirla hacia nuevos caminos más alentadores y placenteros…"

         El cine nos muestra en esta estupenda película, un ejemplo de la importancia de permitirse y buscar el placer como camino hacia la Felicidad. Adjunto el trailler e invito a verla a quienes les interese profundizar e inspirarse...


Bon Appétit!

domingo, 4 de marzo de 2012

LA RABIA

       Constantemente, en nuestro cuerpo físico sentimos distintas señales naturales, tanto agradables como desagradables que nos hacen actuar en una determinada dirección. Así, la sensación de hambre, nos incita a alimentarnos; el frío nos anima a abrigarnos o el dolor nos dirige a buscar alivio. Igualmente, en el plano emocional, podemos sentir diferentes sensaciones, agradables o desagradables, que también forman parte de nuestra naturaleza. Podemos considerar cuatro sensaciones primarias: el miedo, el dolor, el placer y la rabia. Aceptar como naturales estas emociones primarias y gestionarlas de forma adecuada nos ayudará a desarrollar lo que denominamos la Inteligencia Emocional, imprescindible para nuestro bienestar en la vida. Dedicaré el artículo de hoy a una de las emociones primarias: la rabia. 
(Remito a lectores interesados a visitar artículos anteriores en este blog sobre la Inteligencia Emocional “Una clave para el éxito: la Inteligencia Emocional”; y al análisis del miedo, otra de las emociones primarias: “Cuando la sombra del miedo te persigue”).



¿QUÉ ES LA RABIA?

      Desde una perspectiva evolutiva, la rabia es la emoción primaria encargada de desencadenar la respuesta de auto-defensa cuando nuestros derechos corren peligro. Imaginemos una madre osa que caza para alimentar a sus crías, y de repente observa cómo un intruso roba el alimento: la respuesta de rabia pondrá en marcha la defensa del alimento de sus crías.
Volviendo a la especie humana, el enfado, la cólera, el odio, el resentimiento, el rencor, o la furia son distintas manifestaciones de esta emoción primaria. La rabia puede establecerse en dos dimensiones: hacia uno mismo o hacia los demás. Así, por ejemplo, cuando cometemos un error que tiene consecuencias fatales nos enfadamos con nosotros mismos, y cuando otras personas nos ofenden, sentimos violado nuestro derecho al respeto y nos enfadamos con los demás.


LA RABIA QUE DESTRUYE

          La rabia descontrolada hacia los demás puede romper relaciones para siempre, incluso cuando se trata de lazos familiares. La rabia descontrolada contra uno mismo puede propiciar que la persona se estanque en su propia culpabilidad.

       Cuando esta emoción no se gestiona y se mantiene en el tiempo, puede llegar a tener consecuencias físicas. Autores, como Louise L. Hay, han demostrado que personas con tendencia a autoinculparse o a acumular odio y resentimiento tienen más probabilidad de padecer enfermedades como el cáncer, la artritis, o problemas de hígado y de páncreas.



GESTIONAR LA RABIA: DE LÍMITE A RECURSO.

           Las cuatro emociones primarias forman parte de nuestros instintos más impulsivos y nos conectan directamente con nuestra naturaleza animal. Se desencadenan en la parte más primitiva e interna del cerebro. Lo que distingue a la especie humana de la animal es precisamente el cerebro más externo, la parte racional, llamada “corteza cerebral”. Gestionar la rabia consiste, a nivel cerebral, en conectar nuestros impulsos emocionales con nuestro razonamiento, es decir, conectar nuestro cerebro primitivo con el evolucionado o racional. No es raro, en este sentido, que digamos parecer animales cuando nos dejamos invadir por la rabia y no entramos en razón.

       Sin embargo, la forma de gestionar la rabia no es conteniéndola. Imaginemos un caudaloso río que provoca continuas inundaciones. En lugar de construir diques cada vez mayores que podrían romperse y provocar mayores destrozos, la solución es construir canales que puedan conducir el agua sin destrozar nada. Se trata entonces de canalizar la rabia, para que no nos destruya.


UN EJEMPLO

       <<Imagina que llegas a casa tras una dura jornada de trabajo y encuentras que tu pareja ha olvidado comprar el pan. Este olvido podría estimarse insignificante, si no fuera porque lleva días como ausente, cumpliendo a duras penas con su parte de tareas del hogar, muy pensativo y sin apenas hablar. Y piensas: “Lo que faltaba, después de los problemas que tengo en el trabajo”. Se respira tensión en el ambiente, pero todo el almuerzo transcurre en silencio. Debes salir a una reunión en la tarde, y te despides con un frío beso que apenas roza sus labios. Cuando llegan las 8 de la tarde, ansías por fin regresar a casa, pero al llegar encuentras una nota sobre la mesa “He salido a tomar algo con mis amigos del gimnasio, vendré después de cenar. Te quiero”. Y piensas “¿Que me quieres? ¡Si sólo piensas en ti!”Tu rabia va en aumento, te sientes a punto de estallar. >>

        Canalizar la rabia en este caso implica, como primer paso, evitar la acumulación de pequeñas tensiones que pueden acabar en una explosión de ira. Para ello, es necesario escoger un momento propicio para comunicarse cuanto antes con la pareja, intentando expresar con claridad la situación y los propios sentimientos, sin acusar al otro, desde una actitud que busque la resolución del conflicto.

         Cuando la rabia se ha acumulado en forma de odio hacia otras personas, o hacia nosotros mismos, existe un ejercicio asombrosamente eficaz para hacerla fluir. Se trata de coger un bolígrafo y papel, y escribir una carta expresando toda la rabia sentida. Al expresar por escrito las emociones, se conecta directamente el cerebro primitivo (donde nace la rabia) con el cerebro racional (que formula la narración). Es curioso sentir cómo después de escribir, el odio y la rabia disminuyen, la mente se aclara y da luz a puntos de vista que no había observado antes.

    Aceptar la rabia como emoción natural y aprender a interpretarla y  canalizarla se convierten entonces en magníficas herramientas para establecer relaciones respetuosas y flexibles, tanto con uno mismo como con los demás.